Desde la primera cumbre en 1995, pasando por Bonn (2017 y 2001), Katowice (2018) y Madrid (2019), las cumbres del clima han sido escenario de protestas y demandas. Este año, en Emiratos Árabes, un país cuyo 30% del PIB proviene del petróleo, la desconexión entre las promesas y la realidad se hace evidente. De los 20 patrocinadores, solo uno se comprometió a reducir emisiones, revelando la prioridad de impulsar las compañías nacionales de petróleo y gas, según The Guardian.
Y como en cada cumbre, surge la contraparte: las contracumbres. Activistas buscan ir más allá de las promesas gubernamentales recordando disturbios pasados, como los de Copenhague en 2009, donde las demandas de justicia climática no fueron satisfechas, y la Cumbre de Glasgow en 2021, donde más de 100.000 personas exigieron más acción, las contracumbres han marcado pauta. La participación de Greta Thunberg en 2021 evidenció la presión ciudadana, logrando acuerdos como la reducción progresiva del carbón.
Estas cumbres paralelas son una tradición arraigada. En Glasgow, grupos como Extinction Rebellion y Fridays For Future se unen bajo el paraguas de la COP26 Coalition. Organizan la "People's Summit for Climate Justice" presionando para que las negociaciones oficiales vayan más allá de las palabras. La historia de estas contracumbres marca la agenda de la lucha climática, influyendo en las discusiones oficiales y convocando a más actores.
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