Putin sonríe con el resultado electoral de Italia porque sabe que tiene opciones de influir en ese nuevo Gobierno que se puede formar. Rusia ha sido protagonista de la campaña electoral italiana y en ocasiones buscado y sin disimulo.
La embajada de Rusia en Roma publicó en redes fotos de Putin con Berlusconi, con Salvini, con Letta, el candidato de la izquierda, y con los exprimeros ministros y candidatos en estas elecciones: Conte, Renzi y hasta con el propio Draghi o con el presidente de la República, Sergio Mattarella.
En el post no está Giorgia Meloni y es que de esa coalición de derechas, ella no es la mejor amiga de Putin, al menos de puertas para afuera. De los tres ganadores, el que tiene una relación más arraigada con Vladimir Putin es Berlusconi.
En el archivo hay infinidad de imágenes de Putin y Berlusconi desde hace más de 20 años. Pero su relación ha trascendido los meros encuentros por sus cargos: Berlusconi ha llegado a llamar a Putin su "hermano pequeño" y justo antes de las elecciones, en la recta final de la campaña, da una entrevista en la televisión italiana y defiende al presidente ruso por la invasión.
Viene a decir que él no quería, que se vio obligado, empujado por su población, su partido, sus ministros a inventarse esta operación especial. Que Putin además pretendía poner al mando de Ucrania a gente buena. Horas después reculó y dijo que se le había descontextualizado.
Y gracias a esa relación construida a lo largo de dos décadas, la dependencia energética de Italia con Rusia se disparó y acabó siendo su principal proveedor de gas: teniendo una dependencia en la que más del 40% del gas que importaba era ruso.
Hasta febrero de este año, cuando se produce la invasión de Ucrania, Draghi, consciente de esta posición de vulnerabilidad energética, decide dar un volantazo y miró a África. Busca el gas en contratos con Argelia, Egipto, Angola o República del Congo. Ha sido una operación exprés hasta el punto de que calculaban ser independientes del gas ruso en el segundo trimestre del año próximo.
Salvini también está hiperconectado con el presidente ruso, hasta tal punto que se puso una camiseta con su rostro. Llegó a decir que cambiaba dos Matarella, el presidente de la república italiana, por medio Putin. Esta foto luego le ha traído bastantes dolores de cabeza.
Apenas habían pasado dos semanas desde el comienzo de la invasión, Salvini se plantó en la frontera entre Polonia y Ucrania a favor de acoger a los ucranianos que huían. El alcalde de la localidad fronteriza, también ultraderechista, le mostró la camiseta, le leyó la cartilla y Salvini acabó marchándose de allí entre gritos e insultos.
La prensa italiana llegó a revelar contactos indirectos entre Salvini y Putin para derribar a Mario Draghi. Fue el diario la Stampa, en un artículo en julio, quien desvelaba que según documentos de inteligencia a los que habían tenido acceso, un enviado de la embajada rusa en Roma tuvo contactos con un emisario de Salvini, su asesor Antonio Capuano, para ver si estaban dispuestos a hacer caer al gobierno de Draghi. Desde la Liga lo negaron pero esa información incluso apuntaba a que la embajada había llegado a comprar billetes de avión a Salvini y su equipo para que viajaran a Moscú, visita que luego se canceló.
La ganadora de las elecciones, la posfascista Meloni, no tiene estos vínculos con Putin pero su alergia a las instituciones comunitarias pueden acabar siendo útiles para Rusia. Meloni, que hasta se quiso salir del euro, ha ido virando su discurso pero no es nada europeísta y cuanta menos Europa, mejor para Putin.
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