El acto a juicio

Caras largas, cuchicheos y muy pocas sonrisas: lo que no se ha visto de la apertura del Año Judicial

Los detalles Bolaños estuvo a punto de sentarse donde no le correspondía, García Ortiz dedicó 20 segundos a organizar sus folios antes de hablar, y casi nadie prestó atención a su discurso; la única que logró sacarle una sonrisa fue Isabel Perelló.

Caras largas, cuchicheos y muy pocas sonrisas: lo que no se ha visto de la apertura del Año Judicial

La apertura del Año Judicial nunca es una fiesta, pero esta vez la solemnidad parecía cargada de tensión. Desde el primer momento, todos los ojos estaban puestos en Álvaro García Ortiz, el Fiscal General del Estado, consciente de que llegaba bajo la mirada de quienes podrían juzgarle.

Entró acompañado del ministro Bolaños, entre miradas que iban de la curiosidad a la cautela. El exfiscal general conservador Sánchez Melgar esbozaba una sonrisa cómplice, buscando que otros la compartieran. Bolaños casi se equivoca de asiento por despiste; estuvo a punto de sentarse donde no le correspondía. Pequeños detalles que recordaban que, incluso en ceremonias solemnes, la humanidad se cuela en cada gesto.

Antes de hablar, García Ortiz se preparó con cuidado. Colocó sus folios, se sirvió un poco de agua, respiró hondo y pareció cargar fuerzas para ser el foco de todas las miradas. Sin embargo, la atención sobre él fue escasa: a excepción del ministro de Justicia, la mayoría de los asistentes miraban relojes, el techo o el suelo, como si los minutos se alargaran hasta el infinito. Sus palabras defendiendo su actuación y su fe en la justicia y en la verdad fueron recibidas con un aplauso breve, de apenas 20 segundos. Más que entusiasmo, un gesto formal.

Cuando tomó la palabra Isabel Perelló, presidenta del CGPJ, la sala cambió ligeramente. Habló con firmeza, recordando que las críticas a la imparcialidad judicial "resultan totalmente inoportunas y rechazables". A diferencia del fiscal, logró que varios asistentes la miraran con interés. Sus aplausos duraron 19 segundos y se percibieron más cálidos y mayoritarios.

El acto continuó entre silencios largos, cuchicheos discretos y caras serias. Hubo muy pocas sonrisas. Pequeños destellos de complicidad rompían la tensión: el presidente de la sala de lo militar lanzaba una sonrisa discreta desde el fondo, y al final, cuando Perelló se dirigió al fiscal, consiguió provocarle una breve sonrisa, como diciendo: "Ya hemos pasado el trago". Poco después, el Supremo cortó la señal, dejando la incógnita de si alguien más se había permitido algún gesto de alivio.

Cada detalle contaba. El cuidado con que García Ortiz colocaba sus folios, el intercambio de miradas rápidas, la manera en que algunos miraban al reloj o al suelo: todo contribuía a la sensación de que este acto era un examen silencioso. Los aplausos al fiscal fueron tímidos y contenidos; los de Perelló, más amplios y sentidos. Entre ambos, se marcó claramente qué discursos captaron atención y cuáles fueron apenas un trámite.

En conjunto, la apertura del Año Judicial se convirtió en un verdadero 'acto a juicio'. Ni festivo ni desenfadado, un escenario de vigilancia mutua, tensión política y drama humano contenido en cada mirada, gesto y aplauso medido.