Mario Vargas Llosa apoyó a Jair Bolsonaro en las elecciones de Brasil, en las que finalmente el candidato ultraderechista ha resultado derrotado. Pero lo cierto es que el Premio Nobel de Literatura lleva años en los que no acierta ni una: candidato al que apoya en cualquier país, candidato que pierde en las urnas.

El primero fue en 2019, elecciones en Argentina: entonces, Vargas Llosa acompañó en unas charlas a Mauricio Macri, que se presentaba a la reelección, y se deshacía en alabanzas hacia sus políticas. Sin embargo, ganó su contrincante, Alberto Fernández.

Un año después, en Bolivia, Carlos Mesa se enfrentaba a Luis Arce, el sucesor de Evo Morales. Vargas Llosa se posicionó a favor del primero y pidió a la oposición hacer "un puño" en torno a él, pero de nuevo ganó el otro candidato.

En las elecciones de Perú, su tierra natal, el año pasado, la ultraderechista Keiko Fujimori se enfrentaba a Pedro Castillo, el candidato de las izquierdas. Vargas llosa manifestó su apoyo a Fujimori, pero ganó Castillo.

En Chile ocurrió lo mismo: el ultraderechista José Antonio Kast se enfrentaba al izquierdista Gabriel Boric. Vargas Llosa pidió el voto para Kast, que acabó perdiendo las elecciones chilenas.

Este mismo año, ante las elecciones en Colombia,Vargas Llosa era partidario de Alberto Hernández, pero ganó su rival, Gustavo Petro. Fue ahí cuando el Nobel condensó toda su visión política en unas pocas palabras: a su juicio, los colombianos habían "votado mal".

El resultado del 'índice Vargas Llosa' es un cambio radical en el panorama político de América Latina: así, si en 2017 la mayoría de países latinoamericanos estaban gobernados por la derecha, solo cuatro años después, tras la victoria de Lula en Brasil el mapa político es muy diferente y la izquierda recupera el poder.

Dejando de lado a los gobernantes que se llaman de izquierda pero son básicamente autócratas, si nos fijamos en los países más poderosos, el cambio es evidente: las seis economías más grandes del continente -México, Argentina, Chile, Colombia, Perú y, a partir de enero, cuando Lula se convierta formalmente en presidente, Brasil-, están en manos de Ejecutivos progresistas.