A punto de cumplirse un mes de invasión de Ucrania, Rusia aún no habría sacado aún todo su arsenal, parte del cual permanece secreto. Lo que conocemos, en cualquier caso, asusta: en esta guerra, Vladímir Putin ya ha utilizado algunas armas que no había empleado nunca antes, como los misiles hipersónicos.

De unos ocho metros de largos y uno de diámetro, se pueden lanzar desde un caza a un objetivo a más de 3.000 kilómetros: es decir, que se podrían lanzar desde Sevilla a Estambul o bien desde Moscú e impactar en la Sagrada Familia.

Con este misil, Rusia asegura que destruyó un depósito de armas subterráneo porque era un "objetivo estratégico" que, además, estaba a menos de 100 kilómetros de la frontera con Rumanía, por lo que no podían fallar. Los ucranianos dicen que en realidad lo que explotó era una granja.

En cuanto a su velocidad, este misil puede alcanzar los 13.200 kilómetros por hora, cinco veces la velocidad del sonido. Como referencia, los famosos Tomahawks norteamericanos no llegan a los 900 kilómetros hora. Los hipersónicos tienen maniobrabilidad incluso para atacar sin fallar búnkeres o centros de mando. Sin embargo, son caros, por lo que no se pueden usar para cualquier cosa, sino contra objetivos estratégicos. Todo ello, según Rusia, que también dice que se pueden disparar desde helicópteros.

Este tipo de misil incluso tiene capacidad nuclear: se le puede instalar una ojiva y multiplicar así su destrucción. Capaces de arrasar ciudades enteras, de esta forma se convierten en "armas nucleares tácticas", el término oficial para bombas nucleares de 'pequeño tamaño'. Es decir, de un kilotón, frente a los 15 de la bomba que destruyó Hiroshima y mató a 146.000 personas.

Estas bombas nucleares 'mini' son también de corto alcance y no hay tratados internacionales que las controlen, con lo que cualquier país puede tener las que quiera y cómo quiera. Así, Rusia tendría más de 2.000, de 10 kilotones de media, y además las puede lanzar por el aire; pero también por mar, con misiles de crucero Kalibr; o por tierra, con lanzamisiles Iskander. El Kremlin desplegó estos últimos el pasado mes de febrero en Kaliningrado, el límite de Rusia con Polonia y Lituania, cuyo interior puede verse en el vídeo que ilustra estas líneas.

Bombas de racimo y termobáricas

Por otro lado están las bombas de racimo, que diseminan otras bombetas, esparciéndolas, diseminándolas y causando decenas de explosiones. Están prohibidas en 100 países porque muchas de estas no explotan al caer y son un peligro años después, pero Moscú las ha usado en Járkov.

Tienen un enorme margen de error, pero no es la única arma no selectiva que ha usado Rusia en Ucrania. Reino Unido asegura que también ha empleado armas termobáricas: bombas que dentro llevan combustible y, al explotar, lo fumigan, creando una nube y una segunda explosión que revienta esa nube. En el vídeo, puedes ver el lanzamiento de decenas cohetes cargados de combustible, dirigidos a objetivos mucho menos concretos. Son muy dañinos y revientan todo lo que hay alrededor.

A todo ello hay que sumar las armas biológicas y químicas que Joe Biden asegura que Putin valora usar en la invasión.