En la noche de este lunes, muchos españoles han podido avistar una bola de fuego cruzando el cielo y que finalmente ha caído en el mar Cantábrico. Una bola de fuego que tiene dueño: se llama 'Elon Musk'. Se trata de un satélite que puso en órbita el año pasado 'SpaceX', la empresa del magnate estadounidense. ¿Su objetivo? Lanzar hasta 42.000 satélites para llevar el 5G a los rincones más recónditos de la tierra.

Esa empresa ya ha puesto en órbita 2.000 satélites. Y según las estadísticas, estos aparatos tienen una tasa de fallo del 2,5%. Es decir, 50 de estos satélites de Musk podrían fallar y caer en a la superficie terrestre como la bola que media España vio hace unas horas. No hay que alarmarse porque los expertos aseguran que no suponen ningún peligro para los humanos; al menos, en la Tierra, porque donde sí hay un problema es en el espacio.

En concreto, en la basura espacial que se acumula sobre nuestras cabezas. Eso sí tiene consecuencias. En la actualidad, tenemos más de 332 millones de residuos espaciales orbitando alrededor de la Tierra, residuos que corren el riesgo de chocar con los satélites e inutilizarlos. Además, impiden a los investigadores estudiar el cosmos más allá de la órbita terrestre. La solución es sencilla: no generar más basura.

Sin embargo, proyectos como el de Elon Musk caminan justo en dirección contraria, y por el momento no hay legislación internacional concreta más allá de unas directrices de la ONU para mitigar los efectos de la basura espacial. Como no generamos suficiente basura en la Tierra, estamos conviertiendo también el cielo en un gran basurero.