En los últimos días, decenas de miles de gazatíes que han abandonado sus casas huyendo de los bombardeos de Israel han llegado al campo de refugiados de la ONU en Khan Yuni, al sur de la Franja de Gaza. Al llegar se han encontrado un campamento donde viven hacinados y en condiciones infrahumanas: sin luz, sin agua potable y donde se raciona la poca comida que les queda.
Las casas de familiares y las escuelas de la ONU se han quedado pequeñas para acoger a tantos palestinos desplazados y han tenido que levantar tiendas de campaña improvisadas. Un lugar que se ha convertido en una cárcel dentro de la cárcel al aire libre que ya era la Franja de Gaza.
Hay refugiados que ante esta situación han decidido regresar al norte, a Gaza, aunque muchos cuando vuelvan ya no encontrarán su casa. Al miedo a morir por un bombardeo ahora se les suma el miedo a morir de hambre si no se desbloquea ya la llegada de ayuda humanitaria cuando la población suma ya 11 días de asedio total, sin agua, sin alimentos, sin gas, sin combustible y sin electricidad.
Esa ayuda llegara a esa "cárcel al cuadrado" cuando arreglen la carretera del Paso de Rafah de los bombardeos. Hoy tampoco ha terminado de ser reparada y los 20 camiones de alimentos, que tendrán que abastecer a 2.000.000 de personas, siguen sin poder entrar.
Y es que la ayuda humanitaria también se puede usar como arma de guerra. Quien tiene alimentos tiene el poder, y eso explica algunos bombardeos y el juego del movimiento de civiles.
Lo cierto es que aunque el asedio se haya recrudecido en los últimos 11 días, ya de por sí Israel mantenía un bloqueo total sobre la zona desde 2008. De los siete pasos fronterizos que dan acceso a la Franja, cuatro de ellos llevan años inactivos. Y de los tres que funcionaban antes del ataque, Israel ha inhabilitado los dos que colindan con su territorio. Así que solo por ese paso de Rafah, el único en la frontera con Egipto, puede entrar algo de ayuda.
Para recibirla, toda la población de la franja debe concentrarse en una única zona, Al Mawasi, la declarada como zona humanitaria. Aun así, las fuerzas israelíes atacan la zona sin tapujos: en las últimas horas han fallecido 25 personas en el bombardeo a dos panaderías en las que mujeres y niños hacían cola.
Esto tiene que ver con la táctica de usar el hambre como arma para presionar al enemigo y que a lo largo de la historia ha dado lugar a crisis humanitarias de cifras incalculables. El asedio más cruento de la historia moderna, por el tiempo, tuvo lugar en la guerra de Bosnia.
El sitio de Sarajevo mantuvo a la población prácticamente sin agua, comida, medicinas ni electricidad desde abril del 92 hasta febrero del 96. Las propias guerrillas serbias asaltaban los camiones que la ONU intentaba hacer llegar con alimento y el Ejercito federal les obligaba a retroceder.
Pasaron 150 días, cinco meses, hasta que el suministro de Cruz Roja pudo llegar a los alrededores de Damasco en la guerra de Siria, bajo el control de los rebeldes. Entre permisos que no llegaban, problemas con los carnés de conducir, controles militares... Cualquier excusa servía para bloquear la llegada de camiones que, como muchos almacenes, fueron directamente atacados. Así es como se condena a la población civil a morir de hambre como moneda de cambio para socavar al enemigo.
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