Esta es la historia de cómo un ejército ficticio, bautizado como el Ejército Fantasma, jugó un papel crucial en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. A través de la ingeniería del engaño, los aliados orquestaron uno de los mayores juegos de ilusionismo militar de la historia, puesto que lograron convencer a las fuerzas nazis de que el desembarco de Normandía ocurriría en un lugar que no era Normandía.
El Congreso de EEUU, en reconocimiento de esta audacia y el impacto que tuvo la operación, ha decidido condecorar con el máximo honor a todos los integrantes de este Ejército Fantasma, 80 años después de su actuación decisiva. La estrategia, que implicó el uso de hinchables, sonidos falsos y toda una trama de engaño, tenía un objetivo claro: facilitar el desembarco de las tropas estadounidenses en Europa. Para permitir lo que fue un ataque sorpresa debían dispersar a las fuerzas alemanas
Detrás del telón de este teatro de guerra se encontraban más de 1.000 hombres -entre los que había diseñadores, artistas, actores e incluso arquitectos- que trabajaron juntos para construir desde cero un ejército imaginario. Crearon tanques inflables y carros de combate de madera, y hasta hicieron surcos en la tierra para simular las marcas de vehículos militares.
Estas ilusiones ópticas estaban destinadas a ser observadas por los aviones de reconocimiento alemanes, y así convencerles de la presencia de un gran contingente aliado. Pero el engaño no se limitó solo a la vista.
La segunda fase implicó el uso de sonidos grabados, como el eco de construcciones metálicas o disparos, que fueron emitidos a través de antenas para simular la actividad de un ejército preparándose para la batalla. Esta sinfonía de ilusiones auditivas tenía como objetivo reforzar la creencia alemana de que se enfrentaban a una gran fuerza invasora.
El colofón de esta engañosa operación involucró una red de comunicaciones falsa, donde operadores especializados transmitían mensajes codificados, dando la impresión de que los refuerzos aliados estaban siempre a punto de llegar. Incluso llegaron a utilizar actores disfrazados de soldados para recorrer pueblos y lanzar maniquís en paracaídas, para añadir capas de realismo a la farsa.
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Fue gracias a esta compleja trama de engaños que el Ejército Fantasma logró desviar la atención de Hitler, así como cambiar de forma decisiva el destino del desembarco de Normandía.
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