La historia de enfrentamientos entre Israel e Irán se remonta décadas atrás, marcada por una guerra soterrada y enfrentamientos indirectos a través de terceros. Desde los años 80, con Israel ocupando el Líbano y la respuesta de Irán con el apoyo a grupos como Hizbulá, hasta el respaldo a Hamás en Gaza y a los hutíes en Yemen, la región ha sido un campo de batalla en la sombra.

Los ataques, como el atentado de Hizbulá contra la embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 y el ataque a la AMIA en 1994, han dejado cicatrices profundas. Recientemente, la justicia argentina ha responsabilizado a Irán y a Hizbulá por el último ataque a Israel, aunque ambos han negado su participación.

La obsesión de Israel por el programa nuclear iraní ha llevado a una serie de acciones encubiertas, como la Operación Huerto en 2007, destinada a frenar los avances nucleares en los que Siria, junto con Corea del Norte, está trabajando. La instalación nuclear de Natanz en Irán también ha sido objetivo de ataques, con daños significativos causados por explosiones e incendios.

La escalada alcanzó un nuevo nivel con el asesinato de científicos nucleares iraníes, lo que provocó masivas protestas y tensiones adicionales entre las dos naciones, como el asesinato en 2020 de un investigador en Teherán. A pesar de décadas de ataques y negaciones, la confrontación entre Israel e Irán ha llegado ahora a otro nivel.