Para una niña en 1987, el sorteo de la Lotería de Navidad resultó en una monumental bronca. Don Felipe, enfadado, la prensa asaltando el escenario y la niña llorando. Había cantado una pedrea, pero el premio real era el Gordo. El día de alegría se tornó en una pesadilla inesperada.

Pero lo peor va más allá. La lotería ha llevado a gente a la cárcel. En 1951, un lotero vendió más participaciones de las que tenía del número 2.704. Al tocar el Gordo, su plan de pagar con ingresos extra colapsó. Fue condenado a 22 años de cárcel. El bombo no solo hace millonarios, sino también prisioneros.

En 1986, el Gordo cayó en un hogar de Palencia, pero el encargado vendió más décimos de los que compró. Los ancianos gastaron a manos llenas un premio que no les pertenecía. El estafador fue a la cárcel por una estafa de 1.150 millones de pesetas. La alegría efímera dejó un rastro de desilusión.

Las historias extremas persisten. En 2013, Tenerife, dos amigos ganaron, pero el custodio se quedó con el premio. Una batalla legal resultó en cárcel, multa y compartir el premio. En Benidoleig, Alicante, Joaquina se quedó con el Gordo y el Tribunal Supremo la absolvió. A veces, la lotería exige elegir entre millones y el pan del día.