Clara Ponsatí ya está de vuelta en Bruselas. Con la exconsellera de Puigdemont se puede entender cómo ha sido el procés y lo que ha quedado de él. Se pueden hablar de cuatro fases: excitación, huida, confesión e irrelevancia.
La excitación ocupó desde el 1 de octubre a la declaración unilateral de independencia de siete segundos. Ponsatí era la consellera de Educación. Ella fue quien dio la orden aquel día de mantener las escuelas y los institutos abiertos para convertirlos en colegios electorales ilegales.
La declaración quedó en nada y llegó la segunda fase: la huida. Ponsatí y Puigdemont se escaparon a Bruselas. Eran los tiempos del falso heroísmo. Cuando Ponsatí defendía que merecía la pena morir por el procés. Ella estaba en Bruselas, claro. No en la cárcel.
Fase tres: la confesión. Ponsatí reconoció que no estaban preparados para ninguna independencia. Y poco después fue aún más allá: reconoció que todo fue un enorme farol.
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Y fase cuatro: la irrelevancia. La reacción de una parte del independentismo a la sentencia del Supremo y a la detención de Ponsatí tras la rebaja del delito de malversación del Gobierno de coalición no tienen nada que ver. Las consecuencias ahora son mucho menores y el nivel de ruido en la calle tiende a cero.
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