Alfredo García, supervisor en la central nuclear de Ascó y divulgador, recibe a Emilio Doménech en los alrededores de la central nuclear de Vandellòs II, en Tarragona. El presentador de Gabinete de Crisis, que está investigando qué pasaría en España si ocurriera una catástrofe nuclear como la de Fukushima o Chernóbil, está algo asustado. No sabe si sería recomendable bañarse en ese lago que rodea el edificio debido a los niveles de radiación. Pero el experto le saca de su error. "Este es un lugar muy tranquilo, muy seguro y el agua está estupenda".

De ello se ocupan los operadores, que reciben una formación muy exhaustiva durante tres años. "Nos examinan cada semana y el aprobado de todos los exámenes es de un 8 sobre 10", le cuenta a Nanísimo. "¿Tienes que sacar un 8 todas las semanas?", se asombra el periodista. Pero, ¿es la energía nuclear segura? "Es muy segura, es una de las formas más seguras de producir energía eléctrica".

Con este fin, las centrales incluyen numerosas medidas, con barreras y vasijas presurizadas, además de edificios de contención. Ni siquiera un avión kamikaze podría provocar un daño importante a la estructura. "Se han hecho varias pruebas, una de ellas, con un avión F14 cargado de combustible, lanzado contra una réplica de un muro de un edificio de contención de una central nuclear, y se ha demostrado que está preparada para recibir el impacto de aviones".

Otro aspecto que inquieta a Doménech es ese típico humo blanco que vemos salir de las chimeneas de las centrales. ¿Puede ser peligroso? "Las torres de refrigeración (que es así como se llaman) son fábricas de nubes. Están creadas para refrigerar el agua del río que pasa por dentro de la central sin entrar en contacto con ningún líquido, por lo tanto, no se contamina, pero sí se calienta. Antes de devolverla al río, se debe refrigerar".

El supervisor avisa de que, aunque nunca se podría producir una explosión nuclear debido a las medidas de seguridad existentes, sí que podría producirse un calentamiento de combustible, una fusión.

A pesar de llevar toda su vida laboral trabajando en centrales, a Alfredo no le preocupa la radiactividad a la que se ve expuesta su cuerpo, ya que sabe que la dosis es muy inferior a la que recibe ya de forma natural, "solo por vivir en el mundo". "Todo es radiactivo, incluidos nosotros, incluidos los alimentos que nos comemos". Emilio, que lleva unos plátanos en su mochila, le hace la pregunta. "¿No debo comer más plátanos?". "Puedes comerte todos los que quieras", le tranquiliza. "Una vez hice un cálculo y la cantidad de dosis radiactiva que recibes por comerte un plátano es equivalente a la que recibes por vivir cerca de una central un año". Ojo, porque esto no significa que los plátanos sean nocivos, sino que los alrededores de las centrales nucleares carecen de cualquier tipo de peligro radiactivo.