Equipo de Investigación visita un laboratorio en el que se evalúa la seguridad de los juguetes, productos que acaparan el 30% de las alertas por producto peligroso que recibe la Comisión Europea.

Allí, los especialistas someten estos artículos a diversas pruebas: testan la inflamabilidad de un peluche y si desprende sustancias tóxicas al arder, el riesgo de atragantamiento que supone una pieza -utilizando una herramienta que simula la tráquea de un niño- o la fuerza que habría que ejercer para desprender un componente pequeño de un artículo.

Sin embargo, los principales fallos que detectan, según explican, la mayoría de las veces corresponden a "incumplimientos químicos" un "riesgo que no se ve", ya que "no podemos ver a simple vista lo que contienen los juguetes".

Y es que, a pesar de estar prohibidas, siguen encontrando pinturas con base de plomo en los juguetes, que "pueden afectar al crecimiento del bebé", así como colorantes cancerígenos y metales pesados. Sustancias tóxicas cuyos efectos en la salud de los más pequeños puede no advertirse hasta años después.