Emilio Rodríguez Menéndez tiene más prestigio entre los presos que entre sus propios compañeros abogados. Se lo ha ganado a pulso con un currículum elaborado a conciencia.
En un juicio Menéndez trabaja para un jefe de la mafia turca de la heroína y pide atrasar el juicio 1200 días para poder leer todo el sumario, pero en realidad es una estrategia de defensa. Un método que llama la atención de sus abogados rivales. Hablamos con uno, a través videoconferencia. “Hacía espectáculo. Era un abogado barroco. Era un abogado con musicalidad y mascletá”, asegura.
Defiende a asesinos en serie y, si hace falta, prácticamente dicta las declaraciones a sus defendidos, el abogado se especializa en los casos más escabrosos y polémicos como el de la mujer que convence a su hija de 14 años para matar a su marido y el del guardia de seguridad que roba dos millones de euros de un furgón y nunca los devuelve.
Sus casos mediáticos le convierten en un letrado conocido, multiplican su cartera de clientes. Localizamos a uno de ellos, un policía que demanda a sus jefes. Es de los pocos que se atreven a hablar de Rodríguez Menéndez. Asegura que sobre la mesa del abogado había un revólver que encañonaba hacia los clientes. “Daba vueltas con el revolver encañonando hacia donde estaba yo en el sofá. Soy conocedor de armas, pero me sentí intimidado”, afirma.
Rodríguez Menéndez presumía “con que tenía jueces de su lado, que tenía altos cargos del Ministerio del Interior a su lado”, nos cuenta su excliente. Él pago los servicios del abogado en metálico porque “él decía que no admitía ni talones, ni preferencias”.
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