Comienza la avalancha, cientos de jóvenes abandonan los hoteles camino de bares y discotecas.  Antes de hacerlo, sólo en ‘La Fábrica’ se habrán bebido 750 litros de cerveza.

Los jóvenes, tardan minutos en ocupar el parque de atracciones en que se convierte la ciudad para ellos.  En apenas 600 metros, hay nueve hamburgueserías y 45 bares y discotecas.   Una máquina perfecta de recaudar dinero.

Para los turistas británicos España es un país en oferta. Los jóvenes se amontonan en la puerta de las discotecas. Han pagado las entradas antes de salir de Inglaterra. Una pulsera es su pasaporte a fiestas privadas. Los locales se cierran para ellos.

La organización elige cada año qué locales recibirán en masa a los jóvenes ingleses. Nueve bares y cinco discotecas. Todos a menos de un kilómetro de distancia. Los chicos prácticamente salen de uno y entran en otro.

Sólo hay una discoteca alejada del grupo la más grande. La que más invierte para atraer a la clientela. En una sola noche, esa discoteca se gasta 6.000 euros en los autobuses que llenarán la sala de clientes británicos.

La organización consigue que prácticamente todos los jóvenes acaben en esta discoteca. Ni un euro escapa a su control. Durante cuatro horas, 12 autobuses no dejan de traer a universitarios británicos.  A los conductores apenas les da tiempo a recoger los restos del viaje y vuelven a por más.

¿Por qué tienen tanto interés en que no podamos grabar una excursión de universitarios? Imágenes como las que pueden ver en el programa  dan la vuelta al mundo cada año.

Una ambulancia asiste a los jóvenes durante toda la noche. La paga la organización del viaje. El servicio médico no tiene ni un respiro.  En sólo 20 minutos tiene que llevar a dos jóvenes a urgencias.

En tres semanas, la policía registra 60 incidencias.  Pero el propio jefe de los agentes resta importancia a los problemas. El turismo de borrachera pone en pie de guerra a los vecinos que viven junto a las discotecas.