La Policía de Baviera interceptó unos polvos misteriosos en el interior de un sobre dirigido a un joven alemán. Al mismo tiempo, a 4.000 kilómetros de allí, la Policía armenia localiza un sobre con un contenido similar.
Tras estos dos hallazgos, Interpol alertó a la Guardia Civil de que desde un pueblo de Granada se estaban mandando miles de cartas con nuevas drogas de diseño en su interior a múltiples destinos de Europa.
Al iniciar la investigación, las autoridades descubrieron que todos "estos paquetes provienen de la misma sucursal de Correos" y dan con Ana María, una mujer prejubilada de 63 años que llegar a hacer "más de 150 envíos en un solo día".
Así lo explica Francisco Torres, capitán de la Guardia Civil, ante las cámaras de Equipo de Investigación. Este agente señala, además, que esta mujer "actúa con el apoyo de sus hijos y las parejas de estos, así como una amiga de la familia".
"Estefanía es hija de Ana María, es enfermera y la consorte de la organización. José Antonio, su pareja, es el líder, el que da las instrucciones, bastante inteligente, controlador, metódico y con un carácter moldeable", añade el guardia civil entrevistado.
Nos adentramos en su laboratorio
Equipo de Investigación descubre que el laboratorio al que ordenan fabricar la droga se sitúa en un parque empresarial holandés y, al intentar acceder a él, las cámaras se encuentran con un cartel que dice que la compañía ha cerrado.
Sin embargo, como muestra este vídeo, parecen haberse marchado corriendo porque hay decenas de productos y utensilios por toda la estancia.
La matriarca niega los hechos: "Yo me dedico a hacer muñecos"
Equipo de Investigación localiza a la matriarca, Ana María, que a pesar de aparecer como administradora de algunas de las empresas con las que supuestamente blanqueaban, lo niega todo. "Yo estoy de baja, cobro una invalidez, me dedico a hacer muñecos para mis nietos", asegura.
Hemeroteca Equipo de Investigación
Alcasec explica cuál era el objetivo de hackear al Poder Judicial: "Demostrar la debilidad del sistema"
El joven reconoce estar "arrepentido" de lo que había hecho. "No podía controlar qué se hacía con esos datos, los había vendido", explica, destacando que lo hizo por una "especie de rabia o venganza contra un juez".