Desde enero de 2019, en el Ebro y el embalse de Mequinenza se permite devolver al agua el siluro después de pescarlo. Se trata de un pez de centroeuropa que acaba con especies autóctonas como el Barbo o la Anguila.

Pero la pesca de siluros genera tanto negocio, que pescadores y empresarios han conseguido cambiar la ley que obligaba a matarlos. Tan solo en el embalse de Mequinenza, Zaragoza, hay 15 ejemplares, y de los más grandes del mundo. Una pareja alemana, aseguraba que le llegaban a pagar 600 euros por uno de esos enormes peces de río.

Luisa Serra, presidenta de la Asociación Deportiva de Caspe, asegura que 100.000 personas acudieron a pescar al embalse durante 2018, lo que les permitió recaudar nueve millones de euros.

Un biólogo alemán fue el encargado de exportarlos al Ebro durante el año 1974, según ha declarado Serra: "Tenía dudas de que iban a proliferar en estas aguas porque son muy calientes, y el siluro va a aguas frías... y mira".

Al contrario que a otras especies invasoras, allí al siluro no se le extermina, se le indulta. En un pueblo de 10.000 habitantes hay 14 hoteles, hostales y pensiones, y casi 40 restaurantes.

Jesús Senante, alcalde de la localidad, reconoce que la especie es crucial para la economía de la zona: "Hay más de 500 personas alrededor de ese negocio y es lo que a nosotros nos interesa. Somos una ciudad cosmopolita, somos multiculturales y lo que queremos es vender nuestra ciudad al mundo entero". Respecto a las críticas de los ecologistas, el alcalde reconoce que el Siluro "cambió todo", pero que "hoy en día hay normalidad con el resto de especies".