Cada dos minutos un temblor sacude alguna parte del mundo. Sin embargo, científicos de todo el mundo llevan décadas obsesionados por dar con la clave: cómo predecir un terremoto.

Alemania y Rusia han equipado con transmisores a miles de aves, ya que aseguran que los movimientos de éstas en las horas previas a un seísmo podrían ser determinantes. Raúl Pérez, geólogo español, lidera un estudio que apunta que los gases de algunas cuevas podrían hacer saltar las alarmas: "Cuando se produjo el terremoto de Lorca teníamos conocimiento de una cueva que tenía gases que podrían venir del interior de la tierra".