Pese a haber matado a cuatro mujeres, la vida del joven Joaquín Ferrándiz, de 32 años, no llamó la atención de nadie. Ferrándiz residía en una céntrica calle de Castellón, donde lo recuerdan como una persona que "parecía bastante normal" y que es "bastante inteligente". "Era una de las personas que cuando subía alguien era amable pues le aguantaba la puerta o a lo mejor le cogía las bolsas y le acompañaba", recuerda un vecino.

Una sucursal de una importante agencia de seguros incluso llegó a contratarle cuando aparecieron los cuerpos de tres de sus víctimas, y le nombraron empleado del mes el verano que perpetró su quinto asesinato. Un año después de matar a su última víctima, volvió a salir de 'caza', y eligió las discotecas de un polígono industrial a las afueras de Castellón.

Tomás Calviño, subteniente de la Guardia Civil, habló en Equipo de Investigación de la doble vida del asesino en serie de Castellón. "Era muy buen trabajador, y en la empresa estaban muy contentos con él; tenía don de gentes y amigas. De hecho, acompaña a una de sus amigas muchas veces a casa y su madre le decía que se quedaba muy tranquila cuando él la acompañaba. Además, salía con una novia que tenía, pero cuando la dejaba en casa, salía el cazador por ahí", relata Calviño.