Mari Àngels Feliu pasó 492 días recluida sin luz, sin agua corriente y haciendo sus necesidades en un cubo. Ni siquiera podía ponerse de pie. Fue el 20 de noviembre de 1992 cuando, tras cerrar su negocio, la farmacéutica fue secuestrada. Ella misma describió su secuestro de forma minuciosa ante el juez. La farmacéutica no reconoció a los hombres que le apuntaron con un arma: eran policías municipales de su propio pueblo.
Fueron tres los secuestradores que intervinieron esa noche en su captura, quienes intentaron confundir a la farmacéutica "dando vueltas y haciendo un cambio de coche". Antes de llegar a su destino final, Mari Àngels sufre dos cambios más de vehículo, y un secuestrador sintoniza en la radio una emisora francesa. Los secuestradores tratan de ponerse en contacto con el marido de la farmacéutica, pero este ha ido a denunciar su desaparición. En la comisaría nadie sospecha que dos de sus compañeros, que esa noche no trabajan, están detrás del secuestro.
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El joven reconoce estar "arrepentido" de lo que había hecho. "No podía controlar qué se hacía con esos datos, los había vendido", explica, destacando que lo hizo por una "especie de rabia o venganza contra un juez".