La empresa vende en 22 países de la Unión Europea y factura 27 millones de euros anuales. Más de 800 personas trabajan allí, 200 personas por turno. El empresario no tiene permitido usar los fertilizantes químicos más productivos que utilizan los agricultores convencionales.
Al contrario, usan heces de animales y un abono que tiene que medir al milímetro para evitar el efecto altamente negativo de los fertilizantes en el medio ambiente.