Juan tiene 45 años y es un expolicía nacional de Barcelona, está condenado a ocho años. Lleva tres años y dos meses. “Te tienen preso físicamente pero la mente es libre”, le confiesa a Alejandra. Lleva bastantes años viendo en ese país pero ni por asomo pensó que le pasaría eso. El agente se jubiló por enfermedad y decidió trasladarse a vivir a República Dominicana con el colchón que le proporcionaba su pensión.

Juan enseña donde vive. Su celda es la número nueve. Ahí dentro hay distintos habitáculos. El español  enseña al equipo cuál es el suyo. Le costó 2.000 euros la celda, es uno de los privilegiados. Tiene una pequeña cocina y se asea en la celda ya que la higiene es muy importante para él y compartiendo baño con 200 presos puede coger cualquier enfermedad. Todo lo que tiene lo paga.

En República Dominicana trabajaba y vivía “con más comodidad que en España”. Consiguió hacer unas inversiones a una compañía de préstamos. Funcionó un tiempo pero luego fue mal. El expolicía cayó en la tentación. Transportó seis kilos de droga y le pillaron en el aeropuerto. Asegura que la droga es “un gigante sin cabeza”. “Las mismas organizaciones se encargan de que cuando dos o tres veces te ha salido bien, la cuarta te vaya mal”, explica pero no aclara si es su caso. Iba a ganar 47.000 euros.

Gracias a sus padres ha salido adelante cuenta emocionado. “Aquí prácticamente la vida no tiene ningún valor”. Cuando salga de la prisión asegura que se dará un buen baño de cuatro horas.