Este fenómeno, conocido cachondamente como movilidad exterior va en aumento. Cada año se van más españoles, y para hacernos una idea de lo que podría suceder en el futuro si esto sigue así, lo mejor es viajar al pasado, concretamente, hasta los alucinógenos años 60. Y eso que la única forma de alucinar en aquella época era viendo una película de Gracita Morales.

En la década de los 60 se produjo una estampida de españoles al extranjero de proporciones bíblicas. Se estima que más de dos millones emigraron a Europa, lo hicieron casi como los de ahora, a Alemania y a Francia. Sin embargo, las diferencias entre los emigrantes españoles de los 60 y los de hoy son notables. En 2013, muchos de los que se van son jóvenes, han montado en avión antes, tienen una carrera si no dos, saben idiomas pero en España no encuentran trabajo ni de lo suyo, ni de lo de los demás. Es lo que se llama fuga de cerebros.

Lo de los años 60 fue más bien una fuga de tíos que llevaban maletas atadas con cuerdas y tres chorizos envueltos en el ABC.  Así éramos los españoles, era nuestro estilo, todos éramos Paco Martínez Soria. El español medio tenía escasa preparación, sobre todo si trabajaba en el agro, pero aunque o salió de España con un título y un iPhone, sí que lo hizo con un contrato laboral previamente acordado, a ver cuántos pueden decir lo mismo hoy en día. Además, estos emigrantes ahorraban pasta. Entre el 61 y el 72 mandaron a España más de 4.000 millones de dólares. Los que emigran ahora tienen suerte si el sueldo les alcanza para comer.

Tranquilos, la historia no tiene que repetirse. No estamos en los 60 y además hay que verle el lado positivo. Yéndote de España protagonizas el éxodo, sí, pero te ahorras el apocalipsis.