Elvira se ve las caras con Ismael, una reunión a la que la jefa le ha dado muchas vueltas. Y es que no le ha gustado la actitud que tuvo con ella a la hora de trabajar. Cree que como gestor es bueno pero un jefe tiene que tener otras cualidades: “no es alguien que mande y que ordene, es un líder”, le explica Durand. El encargado cree que lo hizo perfectamente y no acepta las críticas constructivas de su jefa. Elvira pensaba premiarle pero Ismael antes de dejarla hablar lo rechaza.

En el turno de Liz, Elvira le cuenta a una nerviosa camarera que ha estado muy cómoda al trabajar con ella porque transmite entusiasmo y se la ve que es una profesional que va con una sonrisa a todos los lados. Sin embargo, hay puntos que tiene que mejorar como es el caso del inglés, por eso la van a formar. También, como se acaba de casar recientemente y no ha tenido luna de miel, la jefa infiltrada la premia con una luna de miel de ensueño.

Durand está muy contenta de contarán en Lizarrán con personas como Adrián. La jefe se cita con él para confesarle que está muy satisfecha con su trabajo y con su manera de atraer clientes. Por ello, Elvira le ofrece el puesto de formador en la compañía. Pero aparte, tiene otra sorpresita, un abanico.

Llega el momento de la entrevista con Belkis, con la que vivió el momento más duro en su experimento como infiltrada. Elvira le explica que tendría que haber más tolerante a la hora de recibir a alguien nuevo, como fue su caso. A pesar de ello, cree que es una jefa de cocina estupenda y la premia con un viaje a Nueva York para que vaya a ver a su nieto.

Por último, se cita con Willy y Jédar, dos jóvenes con muchas ganas y a los que valora mucho. A Willy lo premia con un fin de semana de lujo con su madre, a la que ha dado varios problemas y a Jédar le dan una ayuda económica para que su madre pueda operarse. “Pobrecita, ha sido muy luchadora y se lo merece”, comenta el joven muy emocionado.