María Avizanda se sienta a hablar con Marcela -nombre ficticio-, una mujer que estuvo atrapada en una red de explotación sexual y que tras ser liberada trabaja como mediadora ayudando a otras mujeres a escapar de una situación similar y lo hace a través de Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (APRAMP).

Según explica Marcela, ella vino a España engañada y fue obligada a mantener la prostitución en una red de trata. "Había una crisis en Brasil y me fui al paro", recuerda cómo empezó su pesadilla, y explica que fue una amiga quien le puso en contacto con su captora, una "mujer que ofrecía trabajo doméstico en Europa durante seis meses".

"Mi sueldo eran 1.500€ mensuales y con eso sería suficiente para terminar mis cuatro años de carrera que me faltaban", explica. También les facilitaron un billete de ida y vuelta y una reserva de hotel, además de 500€ para pasar la frontera.

Sin embargo, al llegar la llevaron a ella y a otras 7 mujeres que conoció en el vuelo al norte de Portugal, "a un super chalé", recuerda; y allí "nos hicieron meter el pasaporte en una caja fuerte y nos encerraron en una habitación". "El cachondeíto ya se ha acabado", les dijeron. Fue entonces cuando descubrió lo que pasaba: "Nos dijo que no habíamos venido a ningún trabajo doméstico, sino a ejercer la prostitución".

Fue ella la primera que levantó la voz y eso lo que provocó fue "la primera bofetada". En eso le sacaron una foto de sus sobrinas: "Las habían secuestrado y las iban a violar hasta que me convenciera de que mi vida les pertenecía".