Andrea Ropero acudió a uno de los campos de temporeros de Lepe, en Huelva, poco antes de que se decretara el estado de alarma. En el municipio onubense son muchos los que, como Seydou, sacan adelante el producto más importante de la zona: la fresa.

A pesar de que los inmigrantes conforman una parte fundamental del proceso, siguen viviendo en condiciones infrahumanas.

Uno de ellos es Mohamed Lamine, que además forma parte del colectivo de trabajadores africanos de Lepe, y es uno de los pocos residentes de dicha localización que quiere atender a El Intermedio. "Para ellos es una vergüenza, sus familias no saben que trabajan en estas condiciones", ha explicado.

"Llevamos en Andalucía casi 20 o 30 años y nunca hemos sido bienvenidos", eso, ha dicho Lamine, es lo que reivindican: "Cuando viene una persona a pasar toda su juventud para emigrar y trabajar... deberían ponernos un sitio bien asentado", ha explicado.

Uno de sus compañeros en la explotación es Mamadu, que a sus 19 años ya lleva tres meses viviendo en España, pero tal y como ha explicado Lamine está trabajando sin papeles porque "si llegas a España te piden estar tres años para tener un contrato, hasta entonces tienes que trabajar clandestinamente".

A él le pagan 30 euros al día. "Qué haces si no tienes padre, madre ni abuelos aquí, ¿si no trabajas de qué vas a comer?", defiende Lamine al reconoce que es muy poco dinero.

Otros momentos destacados

En el pueblo onubense, Andrea Ropero también conoció a Seydou, que viajó desde Mali hasta Lepe hace 19 años y, a pesar de que tiene papeles, trabaja recogiendo fresas por unos 33 o 34 euros al día, unos 4 euros la hora. A pesar de todos los años que lleva viviendo allí, todavía no tiene dinero para alquilar un piso, por lo que vive en una pequeña caseta junto a otras tres personas al borde de la cosecha. Al estar hecho de plástico, en cualquier momento puede echar a arder: "Vivimos en cartón, si se enciende fuego es como pólvora".