Durante la pandemia del coronavirus se desplegaron en España más de 2.500 soldados y entre sus funciones estaba la desinfección de estructuras críticas. La Unidad Militar de Emergencia, UME, fue la punta de lanza del operativo, los primeros en entrar en acción. Y es que el corazón de la UME palpitó con mucha fuerza durante toda la pandemia. Así lo recuerda Aurelio Soto, su portavoz: "La primera salida fue para colaborar con las fuerzas de seguridad a concienciar a la población de que era necesario el confinamiento y hacer labores de reconocimiento".

Pero rápidamente, su labor se trasladó a las residencias, donde estaba puesto uno de los focos de la preocupación en general, porque convivían las personas más vulnerables. "Nos dimos cuenta de que hacía falta algo más que desinfectar, faltaban protocolos para preservar su seguridad". "Era un contexto humano muy especial. Cuando les saludábamos veíamos su alegría y en sus ojos había una sensación de serenidad y confianza a pesar de que eran conscientes de lo que estaban viviendo".

Además, hubo un momento que fallecía tanta gente en Madrid que las funerarias no daban abasto para trasladar los cadáveres y pidieron ayuda a la UME. "Trasladábamos y custodiábamos a personas que habían fallecido y que no tenían cerca a sus familias", lo que originaba "una implicación emocional más", recuerda Aurelio Soto, que asegura que les llegaban mensajes de familiares para que la UME se despidiera por ellos.

Y es que muchas personas perdieron a sus seres queridos sin poder acompañarles en el último suspiro ni poder despedirse de los cuerpos. Un dolor que se hizo más hondo cuando tampoco pudieron hacerlo el día de su entierro. Los velatorios fueron prohibidos y los funerales reducidos a su mínima expresión. El virus nos arrebató hasta el consuelo del último adiós. Por eso, desde la UME decidieron no dejar solos a los fallecidos.

"Ya teníamos a los primeros cadáveres, y el siguiente turno era por la mañana, pero la jornada no se podía terminar en el traslado y el depósito", por eso, "el equipo decidió quedarse y llenar de calor el Palacio de Hielo", explica Soto. El Palacio de Hielo se convirtió en la mayor morgue de España durante el mes que cumplió esta macabra función en la que albergó a 1.146 féretros. Puedes ver la entrevista completa en el vídeo de arriba.