La madrugada del 25 de abril de 1998 una presa de la mina Boliden se rompió arrojando millones de metros cúbicos de lodo y agua ácida al río Guadiamar y a las inmediaciones del Parque de Doñana. Provocó uno de los mayores desastres ecológicos de la historia de nuestro país.
"Sufrimos fue un enorme impacto porque no podíamos creer que aquello pudiera suceder. Al río Guadiamar se vertieron ocho hectómetros cúbicos de una marea tóxica que bajó unos 50 kilómetros hasta alcanzar el límite con el Parque de Doñana. Esa riada de agua ácida y lodos era veneno y todos los peces se murieron", así explica Carlos Dávila, responsable de la oficina SEO de Doñana cómo vivieron esta tragedia.
"Nos encontramos ante un accidente minero, un gran desastre ecológico y no sabíamos qué podía ocurrir si ese lodo alcanzaba el centro de Doñana. Se iba a convertir un desastre irreversible. Empezamos con trabajos de recogida de huevos y los trasladamos al centro de cría del acebuche, un centro de recuperación, y coordinamos el trabajo de voluntarios. Colaboró gente de España y fuera del país", añade.
Tras el desastre, tocó depurar responsabilidades. Tanto el Gobierno central como el autonómico, pusieron en marcha una comisión de investigación para esclarecer las causas del accidente. Las primeras investigaciones apuntaron directamente a la empresa dueña de la mina y al estado de la presa. Pocas horas después del desastre, la empresa se vio obligada a dar una rueda de prensa.
Sin embargo, según Carlos Dávila, "las labores de limpieza las pagaron todos los españoles, la empresa no pagó nada y jamás asumió responsabilidades porque aseguraban que estaba todo en regla".
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