A partir de 1993, las casas empezaban a quedarse incomunicadas en momentos concretos del día, los teléfonos no daban señal y al otro lado de la línea se escuchaba un extraño pitido.

Por aquel entonces, la fiebre por Internet no había hecho más que empezar, aunque no todos confiaban en su futuro porque era algo exótico y desconocido.

"Las primeras páginas eran un horror, tenían el fondo gris porque nadie había aprendido a cambiar el color y la velocidad del sistema era muy lenta. Pero a pesar de las dificultades, no dejaba de crecer el número de personas que se conectaba", explica el periodista Pepe Cervera.

Señala, además, que "daba la impresión de que el mundo de Internet era demasiado moderno, que no se iba a adecuar al carácter español. Pensaban era una moda, pero se dieron cuenta de que había llegado para quedarse y había que subirse a la ola".