La tarde del 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof, de 19 años, salió de la casa de su novio en Mijas y fue la última vez que se la vio con vida.
Después de varias semanas de intensa búsqueda, su cadáver apareció en las inmediaciones de un club de tenis de Marbella. Rocío había sido apuñada en repetidas ocasiones.
La investigación rápidamente se centró en Dolores Vázquez, antigua pareja de la madre de Rocío, y tras una declaración de más de 12 horas en la que defendió su inocencia, fue encarcelada. No había pruebas contra ella, pero los medios y la opinión pública la consideraban culpable antes, incluso, de sentarse en el banquillo.
Durante el juicio, la Fiscalía no aportó evidencias que demostraran la culpabilidad de Dolores Vázquez y se centraron en la relación que mantenía con la madre de Rocío.
Finalmente, un jurado popular, quizá contaminado por el duro mediático, determinó que era culpable. Entonces, fue condenada a 15 años de prisión y a pagar una indemnización de 18 millones de pesetas, pero ella seguía declarándose inocente.
El caso parecía cerrado hasta que un nuevo asesinato en la costa del Sol puso en duda la investigación. El cuerpo de otra joven, Sonia Carabantes, apareció a pocos kilómetros de Marbella.
Los restos de ADN vincularon los dos crímenes y delataron al verdadero asesino de Rocío, Tony Alexander King, con antecedentes por abusar de cinco mujeres en Reino Unido. Dolores Vázquez fue exculpada y decidió emigrar a Londres en busca del anonimato.
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