Preguntar por el futuro en España en 1994 fue posible gracias a la aparición de las 'líneas 900'. Además, se podía consultar el tráfico o el tiempo y hacer uso de unos servicios que generaron una auténtica adicción en miles de personas: las líneas eróticas.
Los teléfonos eróticos se volvieron tan populares que sus anuncios llenaban la sección de contactos de la prensa diaria. Eran tantos que ponerse un nombre original llegaba a ser un auténtico desafío.
Otro servicio que enganchó a otra gente fue el llamado 'party line', un chat que ponía en contacto hasta a diez personas desconocidas en la misma llamada. El problema de las líneas 900 era su fácil acceso y su precio desorbitado, cualquiera podía llamar desde su casa y no descubría la sorpresa de la factura hasta días después.
Tuvieron que ocurrir varias desgracias como el suicidio de un chico de 18 años o el descubrimiento de una red de corrupción de menores para que telefónica suspendiera estas líneas.
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