En la primera mitad de la década el dopaje volvió a sacudir al deporte español. Esta vez a la reina del atletismo nacional: Marta Domínguez. "Era lo más grande que tenía España en deporte femenino", destaca Carlos Arribas, periodista de 'El País', que explica que "era la figura de referencia, el símbolo de la mujer peleona con hambre de victoria y capaz de ganar". Su cinta rosa la había acompañado desde sus primeras carreras y, con ella, se convirtió en referente.

La atleta había alcanzado la gloria en 2009 cuando consiguió el oro en 3.000 metros obstáculos en el Mundial de Berlín. Pero su fama se vio deteriorada cuando se la involucró en dos operaciones contra el dopaje: la operación Puerto y la Galgo, de las que salió indemne. Después de esto, era la Federación Internacional de Atletismo la que la señalaba por anomalías en su pasaporte biológico, el cual recoge todos los controles de sangre que se hacen a los deportistas y trata un perfil. "El pasaporte de Marta Domínguez era muestra de que había recurrido a dopaje sanguíneo, a transfusiones, por sus datos anómalos", explica Arribas, que afirma que en 2013 la Federación Internacional mandó las pruebas a la Federación Española, que unos meses después dijo que era inocente.

La decisión de la Federación Española no convenció a la Internacional, que decidió elevar el caso al Tribunal de Arbitraje Deportivo, que la sancionó tres años y le quitó los títulos desde 2009, incluyendo su Mundial en Berlín. La atleta se pronunció en contra de la sentencia: "Yo no me he dopado". Palencia, su ciudad natal, también le retiró algunos honores como el pabellón que llevaba su nombre.