En marzo de 2015, la cifra de refugiados que huían de la guerra de Siria superaba ya los cinco millones. Ese mismo año, al menos un millón de personas entraron en Europa, en medio de su mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. Muchos de quienes se jugaron la vida para intentar alcanzar suelo europeo, sin embargo, perecieron en el mar. Fue lo que le ocurrió al pequeño Aylan, cuyo cuerpo sin vida apareció ese año en una playa turca, una imagen que dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo del drama de los refugiados.

Òscar Camps, fundador de Proactiva Open Arms, recuerda el momento en que vio por primera vez aquella desgarradora imagen. "Empezamos a pensar que podíamos hacer algo", recuerda Camps, que rememora cómo la ONG comenzó sus rescates sin apenas recursos, equipados tan solo con "un neopreno, unas aletas y unos walkies". En apenas unos kilómetros de costa -recuerda- llegaban hasta 100 pateras al día, algunas de las cuales naufragaban: "Ver caer gente en el agua a unos 200 metros de la costa y que se ahogaban y que nadie les ayudaba", relata. "Era esperpéntico que esto estuviera pasando en suelo europeo", sentencia.