Cádiz es una de las ciudades más relevantes a nivel histórico de nuestro país. Siendo puerta de entrada de España, puerto naval clave y punto estratégico de las rutas y expediciones, no es de extrañar que se convirtiera, tristemente, en el escenario de las diferentes contiendas que se libraban con el fin de acabar con el Imperio y diezmar sus riquezas, provenientes de ultramar, durante el reinado de Isabel I en Inglaterra y Felipe II en España.

Dos fueron los corsarios que bombardearon la ciudad: sir Francis Drake y el Conde de Essex. "Los corsarios eran ladrones de mar que estaban respaldados por un documento muy importante, que era la patente de corso; un documento que te daba el rey o la reina que te permitía hacer ciertas acciones, expediciones y robos que sin él no sería legal hacer, porque entonces, serías un pirata", cuenta Jesús Carrillo, profesor y guía oficial de la ciudad de Cádiz a Boris Izaguirre mientras ambos caminan por el gaditano Paseo del Almirante Pascual Pery.

En la primavera de 1587 toda la ciudad de Cádiz se encontraba en la plaza de lo que hoy en día es San Juan de Dios, el Ayuntamiento. Unos navíos, capitaneados por sir Francis Drake llegaron a la costa gaditana y empezaron a bombardear la ciudad, tal y como se muestra en la recreación gráfica elaborada por el equipo de 'Desmontando'. Aunque no pudo llegar a tierra, hundió numerosos barcos españoles.

Pocos años después, en 1596, fue el conde de Essex quien intentaba arrasar Cádiz desde el mar... y en esta ocasión, sí que lo logró. Es el conocido 'asalto anglo-holandés'. "Fue un auténtico descalabro. Imagínate, cuando vieron llegar esa flota enorme de Robert Devereux, muchos gaditanos salieron huyendo, dejando a la ciudad totalmente desprotegida.