"Igual piensas, pensabas, que el dolor se había quedado allí, en el pueblo que hemos recorrido, en los restos", dice Carmen Sánchez-Risco a Boris Izaguirre. Pero no, el dolor no solo se quedó en el pueblo viejo de Belchite, sino que se instaló a su costado, en el campo de refugiados que Francisco Franco obligó a construir a los presos políticos.

Cuando terminó la Guerra Civil, Franco decidió no reconstruir el pueblo de Belchite y dejarlo como símbolo de la 'heroica resistencia' de aquellos que lo defendieron. Esto planteaba un problema: había que construir un pueblo nuevo. "A ese fin se creó un centro penitenciario al que trajeron más de 1.000 presos políticos, quienes, antes de acometer la construcción del nuevo Belchite, tuvieron que construir esto, que es un campo de refugiados", explica la historiadora.

Aquí es donde se alojaron aquellas personas que habían perdido su casa en combate, además de las familias de esos presos políticos. "Y familias que eran tildadas de ideología de izquierdas en Belchite. Entonces, esto dio lugar a que el lugar en el que nos encontramos, este sitio, fuera conocido popularmente como la pequeña Rusia o Rusia, porque era donde vivían los rojos".

El conjunto está compuesto por 15 barracones. En cada uno de ellos había cinco viviendas y en esas viviendas se alojaban las familias. Existían además zonas comunes, como una ermita: la ermita de los Desamparados.