A Leo Harlem le gusta tanto la noche que confiesa que cuando va de vacaciones y contrata ocho días siete noche pide que le quiten los días: "Déjame solo las noches, yo voy a mangarla". Pero asegura que nada es lo mismo desde que ha entrado en la edad de los metales "pelo de plata, dientes de oro y lo otro de plomo".

A partir de ahí el monólogo toma vida propia y comenta desde su vida laboral como atracador de un banco a su viaje a La India donde afirma que las calles son "como los Sanfermines pero a cámara lenta. Te dan más miedo las bicicletas que las vacas".

Harlem cuenta que cuando le presentaron a un fakir que se comía los cristales por si acaso se "quitó las gafas": "Me mete un bocao y me jode 200 euros". Cuando le dijo que lo que hacía era para sufrir, el cómico tuvo la respuesta clara: "Hazte socio del Atlético de Madrid y te dejas de pijadas".

El cómico también comenta su viaje a la Antártida donde le llamó la atención "el silencio sobrecogedor y el frío": "Casi, casi como en Burgos". de la Antártida pasa a África, Egipto y el Caribe para llegar a la conclusión de que "hay que viajar con respeto".