Leo Harlem no tiene pelos en la lengua y cuando viene al Club es para sincerarse. Leo ha contratado un personal trainer que está cambiando su vida, no puede dejar de fijarse en él: "Parecía que había nacido dentro de la ropa de deporte… el muslito sin un pelo, la 'chistorra' colocada, qué pelo, qué cutis, qué dientes…".

Pero si algo tiene claro es que el mundo de la noche le gusta, Leo no se corta y reconoce que "ha salido más noches que el camión de la basura" y que durante el verano "él siempre pide que le quiten los días y le den las noches".

¿Y si hablamos de la vida? A Leo le gusta la gente que le echa lo que hay que echarle, como la gente de Aragón. “Los maños me caen muy bien. Son gente con actitud, con fuerza, con energía… ", no como los metrosexuales. No entiende a esos hombres que se cuidan y que terminan por tener "más escote que Rocío Jurado" y "menos pelo que un azulejo".

Durante otro de sus monólogos Leo se indigna con las redes sociales y la tecnología. El humorista traduce el término 'Facebook': "Vamos a ver, tú pones en español una página que se llama 'Caralibro' y no entra ni el Tato, pero ya dices 'Facebook' y ya tiene un nivel". Y es que en internet encuentra mucho infantilismo: "Encuentras a amigos del colegio y te dicen 'Oye hace 35 años que no nos vemos'... Pues por algo será".

Algunas veces decide dejarse llevar por sus impulsos, como cuando entró a un bar "vintage y salió sorprendido la decoración de una estantería, "¡con libros!"," un bar con libros y en la universidad fumando... así vamos". A pesar de que la ropa de la gente era "vintage", a él no le convencieron: "Eso es ropa de la parroquia, a mí no me la dan".