Visiblemente emocionado,Máximo Huerta describe la violencia de su padre y cómo él se acostumbró a que el miedo fuera lo habitual.

"Mi padre era violento, con una mirada ya había miedo. Conozco el miedo y, lo que es peor, me acostumbré a él. Sé cómo sabe", recuerda con Albert Espinosa.

"Me acostumbré a la incomodidad, a las palabras demasiado graves y sigue haciéndome daño porque eso no se cura", reconoce al tiempo que echa la vista atrás.

Sin embargo, el escritor explica que ha sabido perdonar para seguir avanzando: "Hay dolor, pero no hay rencor".

Además, recuerda cómo se reconcilió con su padre en sus últimos años de vida cuando este ya tenía alzhéimer. "No puedo justificar nada de lo que hizo, pero sí reconciliarme con ese tiempo. Él se fue en paz y yo también", relata.

Máximo Huerta describe cómo por parte de su padre "hubo una especie de perdón": "A mi padre le costaba andar porque él tuvo muchos accidentes de tráfico. Un día no podía subir las escaleras y le dije que él había tenido siempre fuerza. Entonces, me respondió que lo sentía. Ese 'lo siento' sé que quería decir que sentía todo lo que había pasado hasta ahora. Lo sé perfectamente".