Un pueblo de Alaska, en EEUU, tiene la tradición de lanzar coches por un precipicio para celebrar el 4 de julio.

Se trata de lanzar decenas de coches por un acantilado de 90 metros de altura para observar las caídas.

En la parte de abajo se encuentra un jurado que puntúa los lanzamientos y un embalse de agua para frenar la caída.