Un archivero de la catedral de Santiago de Compostela fue quien dio la voz de alarma. La mayor joya del templo había desaparecido. El Códice Calixtino solía "descansar" en un cojín, a una temperatura de entre 13 y 20 grados. "Lo tenían casi como un bebé", destaca Luis Rendueles, reportero de sucesos.
El deán, José María Díaz, canónico jefe de la catedral, fue informado inmediatamente de la situación. Rendueles recuerda que el manuscrito del siglo XII estaba "casi a la vista" de todo el mundo pese a que debería haber permanecido en una caja fuerte, "bajo llave". "El deán utilizaba el códice, su joya más querida, para presumir, enseñárselo a gente que venía de todo el mundo: amigos, jóvenes monaguillos, turistas, peregrinos... Todo el mundo veía el Códice", asegura.
Sin embargo, tras el descubrimiento del archivero "comienza el desastre porque el deán no recordaba la última vez que lo vio (...) Hablaba de una visita de un profesor universitario...", rememora el reportero. Además, el canónico jefe dudaba si debía acudir a la Policía, un paso que terminó dando.
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"Sabía que es una forma controlada de paliar daños", afirma Jesús Bastante, periodista de Religión Digital. "Es a quien más le cuesta tomar la decisión porque sabe que una vez que la Policía entre, no solo va a preguntar por el Códice, sino que hay muchas cosas que se van a encontrar y habrá muchas preguntas", asegura.
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