Rusia canta victoria y da por conquistada la ciudad portuaria de Mariúpol, al sur de Ucrania. El Kremlin, no obstante, ha renunciado a tomar la zona industrial, donde la acería Azovstal aún resiste los envites del ejército ruso y se ha convertido en todo un símbolo de la defensa ucraniana. Así las cosas, el propio Vladímir Putin ha dado orden de abortar el asalto al complejo para, en su lugar, cercar el área y que no pueda pasar ni "una mosca", según sus propias palabras.

Esa planta metalúrgica se extiende a lo largo y ancho de 11 kilómetros cuadrados al sureste de Mariúpol. Comunicada por el exterior por tren, algunas partes ya habrían resultado destruidas -las marcadas en rojo en el vídeo que ilustra estas líneas- pero el resto serviría aún como refugio a unos 2.000 militares de diversas unidades y miembros del batallón Azov. Según Ucrania, además dentro habría un millar de civiles, muchos de ellos familiares de los combatientes, incluyendo heridos y bebés.

¿Cómo es esta planta metalúrgica? Si nos fijamos en la parte de arriba, en lo que se puede ver a simple vista, se trata de un enorme espacio con tantos edificios que a los rusos les cuesta encontrar a los ucranianos. Una de las claves, sin embargo, está debajo: bajo los talleres, fundiciones y las chimeneas hay todo un laberinto de túneles y búnkeres, porque la fábrica se construyó pensando ya en su defensa. En cada uno ellos se ocultarían entre unas 80 y 100 personas.

Así, Azovstal cuenta en su historia ya con dos bombardeos: fue atacada por Hitler en 1941 y ahora por Putin en 2022. Tras ser destruida por los nazis, los líderes soviéticos la reconstruyeron con almacenes capaces de soportar arquees aéreos y bombas nucleares.