Konan Moise Konan tiene diez años y nunca ha pisado la escuela. Sueña con llegar a ser profesor pero solo conoce los campos de cacao en los que trabaja con su abuelo. "Limpio los campos de cacao así que no voy al colegio. Mi abuelo no tiene dinero", cuenta Konan Moise.
Sin padre, su familia le necesita para llevar algo de comida a casa. "Me encantaría que fuera profesor, porque él hace mucho tiempo que quiere ir al colegio, pero yo no tengo medios", asegura Yao Dibi, abuelo de Moise.
Moise es solo uno de los tres millones de niños que trabajan en los campos de Costa de Marfil. Como Nazorio Kone, un joven que con siete hermanos sacrificó sus sueños por necesidad: "No quería salir para venir al campo, quería seguir en el colegio".
Por eso, Global Humanitaria trabaja a destajo en el terreno. Lo ha podido comprobar nuestra compañera Cristina Saavedra, directora del proyecto. En Bouduakro han levantado hace seis años una escuela con comedor. Ahora tienen más de 300 alumnos.
"Global Humanitaria ha inscrito a los niños en la escuela a través de su programa de apadrinamiento. Los padrinos pagan la inscripción y la matrícula así solucionamos parte del problema", recuerda Daniel Kone, responsable de 'Global Humanitaria' en Costa de Marfil.
Los pequeños comen en el colegio los alimentos que son parte de la cosecha de sus madres. Es la manera de hacerles autosuficientes, la forma romper el ciclo del trabajo infantil.