Hace solo unos días que Manu llegó a suelo español pero aún guarda el horror en sus retinas. "Hemos tenido que coger con nuestras manos decenas de cuerpos de niños y mujeres", cuenta. Víctimas inocentes a las que ha acompañado durante cuatro largas semanas. Su mirada incómoda ha permitido documentar imágenes de la realidad que se está viviendo en Gaza y sus manos desinteresadas ayudar a rescatar a los heridos del ataque al hospital. Manu es lo que se conoce como escudo humano.

"Somos de países que tienen más peso políticamente y aprovechamos esa condición para protegerlos y ponernos delante de ellos cuando son disparados", señala el activista español. Ya lo hacía antes de los bombardeos interponiéndose entre los agricultores y pescadores gazatíes y las armas que les apuntaban desde Israel. En este aspecto, relata: "pongo mi vida como la pone cualquier palestino, la ventaja que tengo es que yo pongo sólo la mía".

Un riesgo al que también se exponen estos otros activistas o escudos humanos en el Sáhara. Sin embargo, Carlos prefiere no denominarse escudo humano, sino observador. "Somos un grupo de personas que nos quedamos en el país para documentar y testimoniar", cuenta. Él lo hizo en Iraq en 2003 cuando aguantó en Bagdad hasta el final mientras llovía el fuego americano. Cuenta que lo que hacía era "visitar los hospitales, cuidar los cuerpos de los heridos, ir a los barrios, a las casas y visitar los familares".

Ninguno se considera héroe pero, al fin y al cabo, han dado su vida por decenas de personas inocentes. Poniéndose en su piel con tal de demostrar que no importa el lugar o el por qué porque le podría pasar a cualquiera.