Se prepara para saltar en paracaídas. Esta australiana de 102 años no tiene miedo a lanzarse desde 4.000 metros. Una vez equipada para su gran reto, Irene se despide de su bisnieto con un abrazo. En el avión, con una sonrisa en la cara espera el momento para volar.

Irene, muy concentrada, y su instructor saltan y surcan el cielo. Un viaje inolvidable que, además, tiene premio: el récord a la paracaidista más longeva.

Es la tercera vez que salta. "Esto demuestra a la gente que si deseas algo se puede convertir en realidad", explica su instructor de salto. "Ella es increíble. Es absolutamente extraordinario que haga saltos así", asegura la bisnieta de Irene.

Irene, que vive sola, todavía conduce y ni tan siquiera usa gafas, recauda así dinero para investigar una enfermedad neurológica, causante de la muerte de su hija a los 67 años. El año que viene, repetirá el salto solidario.