En ciudades como Santiago de Compostela, donde la lluvia apenas da tregua, el paraguas es un elemento indispensable y aún queda gente que se dedica exclusivamente a repararlos.

A sus 72 años, Victoria es una de las personas que sigue cultivando este oficio, ya casi extinguido. Afirma que lleva dedicándose a esto "desde el ciclón Hortensia", una borrasca que asoló Galicia en el otoño de 1984.

"Reciclo todo lo que puedo", explica esta paragüera, que utiliza las pieza de otros paraguas rotos para reparar los que le traen sus clientes, "aprovechando las ballenas, aprovechando el puño...", explica mientras trabaja. "Hay gente muy conservadora que tiene el paraguas y le gusta conservarlo", indica.

Aunque aún le traen algunos para reparar, hoy en día los paraguas son "más para usar y tirar, porque los paraguas chinos no compensa arreglarlos", resume Victoria, que recomienda comprar un paraguas con muchas varillas, porque resisten mejor.

"A veces me dicen: '¿Victoria, quién te enseñó'?". Pues yo aún no aprendí, porque cada día hay un paraguas distinto", concluye.