La erupción que sepultó a Pompeya es una de las más conocidas de la historia volcánica.

El 24 de agosto del año 79 el Vesubio comenzó a expulsar rocas volcánicas sobre la ciudad italiana y horas más tarde la lava que escupía el volcán ya estaba incendiando las calles. Al día siguiente, todo quedó sepultado bajo 23 metros de material volcánico.

Durante 1.700 años Pompeya desapareció del mapa hasta que los arqueólogos comenzaron a desenterrarla. Allí, descubrieron el horror congelado en el tiempo: personas que intentaban huir cuando fueron sepultadas por la lava.

Además, muchos perecieron bajo una nube de fuego de más de 500 grados que los mató en el acto. Solo quedaron sus huesos y algunas joyas que llevaban puestas y resistieron a las altas temperaturas.

La última erupción del Vesubio fue en 1944. Desde entonces, permanece dormido. Pero hoy es más amenazador que nunca porque a sus pies viven tres millones de personas, todas a merced de lo que decida el volcán.