Bajo un sol de justicia, Tania se baña con sus hermanos de acogida. Ellos han aceptado con total normalidad que son cinco en casa cada verano. Pero no olvidan que  está aquí como otros 2500 niños de Ucrania y Bielorrusia para mejorar en salud.

Ana Belén Piñero, madre de acogida, reconoce que "vienen delgaditos, les falta alguna vitamina, pero ese es el mayor problema".

Son  niños que crecen en una tierra donde persiste la contaminación por Yodo y Cesio-137. Por eso, aquí en España pasan por varios chequeos médicos, pueden comenzar un tratamiento con revisión anual y les ofrecen la oportunidad de vivir en un entorno saludable durante 40 días.

"A un niño con 6 años lo dejan venir porque saben que el hecho de venir a España les va a repercutir en un futuro. Esa es una razón convincente para las familias", afirma Ramón Serrano, presidente de Ayuda del niño CREAN.

Los alimentos que ingieren siguen marcados con el sello de la catástrofe. Sufren la alta radioactividad en alimentos como la leche 25 años después del accidente nuclear.

"Hay cosas que de entrada no quieren probar. Todo lo que tiene que ver con el agua. El pescado lo rechazan. No quieren ni probarlo", señala María Victoria García, madre de acogida.

Aunque con estos impedimentos, el fin de todas las familias es el mismo. Que los niños crezcan sanos y que con esos 40 días en España les mejore su esperanza de vida.