Prácticamente desde que nos despertamos y ponemos los pies en el suelo por la mañana, nos rodean objetos reciclados. Desde el papel del libro que reposa en la mesilla hasta el brik de leche con el que salpicamos el café del desayuno.
El reciclaje no solo es un hábito saludable para el medio ambiente y que no requiere ni más tiempo ni mayores complicaciones: también es una constante de nuestro día a día, pese a que le prestemos mayor o menor atención. Los residuos que depositamos en los contenedores azul (papel y cartón) o amarillo (envases plásticos, latas y briks) tienen una nueva vida más allá del papel reciclado o de nuevas botellas de plástico.
Por ejemplo, ropa técnica capaz de superar 'ochomiles'. Eso es lo que puede elaborar Ternua –Terranova, en euskera- capaz de convertir botellas de plástico en abrigos para las temperaturas más extremas.
La firma, fundada en 1994 en Gipuzkoa, tenía muy claro desde el principio que querían "dar importancia a cómo hacer las cosas y con qué", explica el director de la unidad de negocio de Outdoor de Ternua, Imanol Muñoz.
Así, apenas un año después lanzaron al mercado una primera camiseta fabricada con poliéster reciclado, un ensayo de lo que vendría después: abrigos, pantalones, sudaderas…
"A día de hoy nuestro objetivo es que en 2022 utilicemos un 100% de poliéster reciclado y que no utilicemos poliéster virgen", señala Muñoz en conversación con laSexta.
Y la apuesta no es solo sostenible por el reciclado: también lo es porque aplican soluciones a problemas globales desde un enfoque local, involucrando en ello a proyectos de su provincia.
Pero no solo recogiendo los envases depositados en el contenedor amarillo por las compañías de los alrededores, sino que también han puesto en marcha una iniciativa para recoger lana de oveja latxa, una variedad local cuyo pelaje tiene difícil salida en el mercado y que no puede competir con la lana merina.
Así, lo que hoy en día muchos consideran un residuo, consigue una salida como materia prima para fabricar aislantes en las prendas de abrigo.
"El sector ha evolucionado muchísimo. Las tecnologías de reciclado y oferta de tejidos han mejorado muchísimo en los últimos años", subraya.
"Hemos hecho un buzo de esquí que lo usan en las federaciones de montaña de Cataluña, la vasca, la madrileña. También un pantalón de alpinismo que lo han utilizado en expediciones a 'ochomiles'", detalla con orgullo Muñoz, dando buena muestra de las posibilidades que tienen los materiales reciclados.
Sentados sobre miles de botellas
Si bien los productos reciclados ya están comenzando a llegar a los ámbitos más privados de nuestra vida, desde hace tiempo ya ocupan los espacios públicos. Por ejemplo, mediante el empleo de mobiliario urbano construido a través de envases reciclados.
Con más de cuarenta años de experiencia, Industrias Agapito es una compañía familiar de quinta generación que ha sabido adaptarse al entorno cambiante. Si bien llevan prácticamente medio siglo fabricando mobiliario urbano, el germen de la empresa está en el siglo XIX, cuando fabricaban carros y aperos para el trabajo agrícola.
Entonces, ¿cómo una compañía con tanta solera evoluciona hacia la fabricación de bancos con material reciclado? "Hace quince años nos planteamos que en el mobiliario urbano se usa mucha madera, lo que supone una gran tala de árboles", explica Sonia Agapito, directora comercial de la compañía. "Entonces ya había plástico reciclado de muy buena calidad elaborado con plástico postconsumo", dice.
Este 'plástico posconsumo' es el que se recoge de los contenedores amarillos y que ya ha tenido una vida anterior como bote de gel o botella de refresco. Según datos de Ecoembes, en 2019 se recogieron 721.311 toneladas de plástico y briks en los contenedores amarillos, lo que demuestra que cada vez hay más gente concienciada con el reciclaje y lo que permite que estos residuos tengan, cada vez más, una segunda vida.
"Utilizamos resina de polietileno, un material totalmente reciclado que viene de lo que se deposita en el contenedor amarillo", explica Sergio Agapito, el gerente de la compañía.
Este material es el que se convierte en bancos, sillones, papeleras… Que cuentan con innumerables ventajas: no se deterioran con las inclemencias temporales, no se astillan y se pueden limpiar con facilidad. Es decir: si bien tienen un coste mayor en su adquisición, el mantenimiento es mínimo, por lo que es rentable a la larga.
Además, este mobiliario urbano, aparte de proceder del reciclaje, son reutilizables en sí mismos una vez agote su vida útil o se degrade. Aunque, para esto, queda rato: "Llevamos 15 años trabajando este tipo de banco y siguen estando en buen estado, no hemos tenido que mantenerlo ni retirarlos", detalla la directora comercial.
Y todo ello sin que parezca que estamos sentados en miles de botellas. "En cada lámina de un banco se pueden reciclar entre 1.000 y 1.500 envases de plástico", explica el gerente.
Estos son solo dos ejemplos de la importancia que tiene un gesto tan sencillo como separar nuestros desperdicios y echarlo todo al contenedor correspondiente: un hábito fácil con un gran impacto sobre nuestras vidas y el medio ambiente.
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