Un pequeño pueblo de Polonia llamado Pruchnik inició esta Semana Santa una antigua tradición del siglo XVIII que fue suspendido por orden de la Iglesia. En ella, un grupo de niños tienen que golpear en repetidas ocasiones un monigote caracterizado como un judío.

De dos metros de largo, con tirabuzones de pelo negro, una kipá, el sombrero típico judío, y un cartel en el que pone 'Judas', el muñeco es azotado hasta 30 veces por turnos; 30 golpes por las monedas que recibió cristo y otras cinco "porque los judíos quieren el dinero de Polonia", a sugerencia de alguien.

Después de arrastrarlo hasta una plaza, se le prende fuego, se le corta la cabeza, y se echan sus restos al río.

A la semana de los sucesos, las respuestas de Europa a esta celebración se encontraban en todos los medios. El Congreso Judío Mundial explicó que se trataba de "un recordatorio de conductas medievales que condujeron a un sufrimiento inimaginable", a lo que prefirieron no responder las autoridades.

El único que fue más allá fue el Ministro de Exteriores, que habló de ello como "una campaña internacional de desprestigio a Polonia" para evitar la construcción de 'Fort Trump', la base estadounidente en suelo polaco.

El alcalde de Pruchnik defendió la festividad y alegó que mucha gente del pueblo había ayudado a judíos durante la ocupación nazi, por lo que las acusaciones de 'antisemitismo' serían falsas.