Nuestros hábitos afectan al medioambiente y la fauna con la que convivimos. El consumo de drogas, también. Las anguilas que habitan en el río Támesis son hiperactivas, según revela un estudio del King's Collage. Dice que la alta concentración de cocaína en la capital inglesa llega al río a través de los desagües. ¿Consecuencia? Las anguilas londinenses están alcanzando unos niveles altísimos de hiperactividad.

Según Naciones Unidas, más de 260 millones de personas consumen drogas cada año y en Estados Unidos atraviesa una auténtica crisis de adictos a opiáceos y antidepresivos, algo que se refleja en los ríos del país.

Es el caso de la trucha marrón. Otra investigación en EE.UU señala que la trucha marrón puede volverse adicta a la metanfetamina y tener síndrome de abstinencia. Esto, igual que afecta al comportamiento humano, tiene repercusión en las truchas, reduciendo su nivel de apareamiento y actividad.

Los antidepresivos en este país también parecen estar afectando a los cangrejos de río. Un estudio demuestra que estas sustancias los vuelven más seguros de sí mismos, por lo que son más vulnerables a los depredadores.

En Washington la oxitocina en aguas residuales hace que los peces y los mejillones de la costa se vuelvan adictos. Así que un simple gesto puede cambiar para siempre y afectar gravemente a la vida en nuestras aguas.